Al decir de David Berceli en su libro Liberación del Trauma: “No nos agradan las experiencias difíciles, ¡y mucho menos el dolor! (…) Al resistir lo que no queremos, de hecho, incrementamos nuestro malestar. Al estar en guerra con nosotros mismos, nos ponemos ansiosos y tensos. La vida se vuelve más difícil, con lo cual nos ponemos aún más tensos.”
Si hacemos
ejercicio y nos duele el cuerpo, no queremos ese dolor. Aunque sepamos que son
los músculos creciendo (o rompiéndose sutilmente para desarrollarse?)
Rechazamos el dolor en todas sus formas. Buscamos analgésicos de diversos tipos
para no sentir. Y olvidamos que la principal característica de un cuerpo vivo
es esa, sentir.
¿Será que
olvidamos que el dolor está de paso? ¿O tememos quedarnos a residir en el
dolor? ¿Tenemos ideas y juicios acerca del dolor como algo malo, peligroso,
tóxico? ¿Conocemos al dolor o lo estamos prejuzgando?
¿Será que
nos acostumbramos tanto a la satisfacción inmediata que nos ofrece la
tecnología que ya no tenemos paciencia para los tiempos que requieren los procesos
de desarrollo personal?
“Me he
convencido de que con nuestra evitación, negación y miedo, estamos alejando
precisamente aquellas experiencias que buscan estimular la evolución de nuestra
consciencia. De hecho, con esa actitud nos estamos negando la oportunidad de
convertirnos en la persona que anhelamos ser y en la que estamos destinados a
llegar a ser”, concluye Berceli.
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