¿Cuántas veces te encontraste haciendo miles de cosas para evitar sentir esas emociones "incómodas"? O tal vez le dijiste a un ser querido "no te pongas mal", "hacé esto para que estés bien" o "mejorate pronto".
Culturalmente valoramos "estar bien" como el único
estado que queremos atravesar y mantener el mayor tiempo posible. Sin embargo,
esto es sólo un punto de vista. Pero, ¿qué tal si aceptamos esas otras
emociones, las que no son expansivas y distendidas? ¿Qué crecimientos y
oportunidades hay dentro de cada emoción que no estoy reconociendo? ¿Qué estoy
evitando al evitarlas? ¿Qué más es posible?
Dice Humberto Maturana que “sin emoción no hay curiosidad,
no hay atención, no hay aprendizaje, no hay memoria”. Claramente, la curiosidad
puede originarse en la mente, pero la acción en sí para perseguir ese objetivo
inicia en las tripas.
Reducir juicios y puntos de vista acerca de valorar a las
emociones como buenas o malas colabora para permitirnos recibir todo lo que
está disponible, aún aquello que no puedo ver a simple vista. Y transitar
estados emocionales no significa tener que quedarnos indefinidamente en ellos,
sino lo contrario. Al dejar de resistirnos, suavizamos y flexibilizamos los
aprendizajes, las reflexiones y los procesos fluyen con más facilidad.
En síntesis, nos fortalecemos y enriquecemos animándonos a
sentir: percibir lo interno nos conecta con el mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario